¡AY SI TE TOCA … MORIR!

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Llora un padre derrotado, que abandona una huelga de hambre después de 8 días, por la vergüenza de no poder sostener a su familia, llora por la pobreza que le indigna a pesar de ser un trabajador en activo, (un triste precariado). Las cadenas de televisión le entrevistan en directo, humillado en su derrota absoluta, incapaz de pagar siquiera la tasa de 180€ que le exigen a su hija para poder presentarse a las pruebas de acceso a la Universidad. Desconsolado confiesa en directo esa derrota que le ha arrebatado la dignidad: ha perdido su casa, tiene el sueldo embargado y no puede más, abandona su lucha con el dolor infinito en sus entrañas de haber decepcionado a su familia, y aún peor, haberse decepcionado a sí mismo. Éste es el mayor logro del sistema, el más perverso también, hacerle sentirse responsable de su dramática situación, de su exclusión social, de ser un perdedor y no una victima del mismo sistema. Las cadenas de televisión pasan a publicidad, el sistema funciona, "the show must go on", el espectáculo, indecente, debe continuar. Los consumidores insaciables esperamos el carrusel de productos que nos sujeta a esa falsa felicidad que nos alimenta lo más hueco y que nos empobrece, inconscientes, lo más esencial; falsa felicidad, falsa alegría y falsa belleza que compramos o que, si no podemos comprarlas, al menos las deseamos, porque desearlas ya es caer en esa trampa insustancial.

La cosa se agrava, comienza el anuncio de la lotería: “Ay si te toca”, nuestros deseos más superficiales al alcance de nuestras mentiras o de nuestras contradicciones por unos pocos euros, si la suerte nos toca claro: ¿Soñamos con tener un deportivo de lujo en el garaje de una casa con piscina olímpica y un televisor de pantalla gigante en el salón, 75 pulgadas de pantalla porque tú no eres tonto, mientras miramos el tamaño de nuestro espectacular yate anclado en la cala que hemos comprado? Falsa e indecente publicidad, que ahonda en la desigualdad, que se riega como un virus entre los más necesitados. Pero ésta "suerte" es una suerte que no toca, o casi no toca. Es más posible que caiga un avión sobre tu casa antes de que te toque esa lotería de tus “no sueños”, pues son los sueños que te han vendido. Porque la lotería que nos toca a casi todos, menos a esos pocos que inclinan cada vez más la desigualdad mundial a su favor, es la precariedad laboral, la pérdida de prestaciones por desempleo, el deterioro de la sanidad con sus graves consecuencias, el aumento de la mortalidad infantil, cientos de injustos desahucios cada día, la exclusión de miles de jóvenes de la educación superior, personas desplazadas de sus hogares que huyen del hambre, de la guerra y del atropello continuo de los derechos humanos por parte de los países del "primer mundo".

Esta es la lotería que nos toca cada día. Porque han mercantilizado nuestros “no deseos”, sí, pero lo más terrible es que se los hemos comprado. Han mercantilizado nuestra vida, nuestros derechos, la educación, la sanidad, la justicia, la cultura, han mercantilizado el derecho a la vivienda, el acceso al agua potable, el derecho a una alimentación sana, en fin, han mercantilizado el derecho a la vida digna.

En el cajón más profundo del sótano más oscuro, en el edificio más blindado del sistema capitalista y de su traducción política, el neoliberalismo, esconden una máxima escrita sobre un papel invisible: ¿Tienes dinero para vivir? ¡pues vive! ¡Produce, compra, disfruta! ¿No tienes dinero para vivir? ¡Pues muérete!, te pondremos todas las facilidades. Pero antes de morirte no te olvides de comprar la lotería.

No vamos a acabar así. Existe un antídoto contra esa falsa lotería que pretende condenar al genocidio económico a dos terceras partes de la población mundial. Para empezar habrá que volver a introducir la humildad, la solidaridad y la austeridad, que no austericidio, entre los valores sociales vitales. Habrá que hacer borrado de la mentalidad neoliberal que ha colonizado nuestra esencia más humana y que nos ha encerrado en su cárcel de la falsa felicidad convirtiendonos en pequeños capitalistas, enemigos todos de todos, descohesionados. Habrá que reinventar la democracia, ya no sirve esa vieja polarización representativa entre pseudoizquierda y derecha bipartidista que se alternan en el poder imponiendo las mismas políticas económicas que nos destruyen. Habrá que recuperar las instituciones y ponerlas al servicio de las personas, recuperar la soberanía, arrebatándoselas a los poderes políticos económicos internacionales que hoy las controlan. Con la política, con la ciudadanía politizada, habrá que reconstruir el Estado social sobre firmes cimientos, (humildad, solidaridad, austeridad), un Estado Social que proteja a las personas por medio de "todos los derechos para todos": vivienda, trabajo, salud, educación, protección del medio ambiente y también tiempo libre. Habrá que desarrollar una política humana, en una democracia real del pueblo para el pueblo, que proteja a las personas y que derrote a quienes impulsan la desigualdad para que no nos vuelvan a robar la libertad de ser humanos haciéndonos soñar con esa maldita lotería multimillonaria que nunca toca.



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