Strange Fruit
Cuenta la memoria de “La Gran Manzana” que cuando
Billie Holiday cantó por primer vez el poema de Abel Meeropol,
Strange Fruit, en 1939
en el Café Society de Nueva York, los espectadores, miembros en su
mayoría de la alta sociedad neoyorkina, quedaron presos del más
absoluto silencio. Pasaron unos segundos eternos con los focos
apagados … Entonces comenzaron tímidos los primeros aplausos que de
manera paulatina culminaron en un prolongado estruendo compartido de
emoción. No sé si esa emoción les duró más allá de la puerta a esos espectadores privilegiados, los negros no podían asistir a éste tipo de clubs, ni si a alguno le removió la conciencia hasta el punto de rebelarse contra la segregación y el asesinato de afroamericanos, "negros", cosa que dudo. Más bien pienso que esa conmoción, ese clavo que Billie Holliday les clavó en las sienes con el martillo melodioso de su voz, se lo sacaron tomandose un "whisky on the rocks" y .... pasemos página.
El
homicidio a manos de agentes de policía de varios hombres afroamericanos desarmados, dos de ellos menores de edad, sin castigo ni juicio para
los responsables, nos devuelve a los años en que la impunidad por
matar a un “negro” se ajustaba al derecho de éste país. En eso
estarían pensando los agentes de policía que asfixiaron hace unos
meses a un joven afroamericano en Nueva York, en la impunidad de su
brutalidad criminal. Árboles sureños cargan extrañas frutas,
cantaba Billie Holliday, aunque en ésta ocasión el ahorcamiento fue
en el norte, en la ciudad más cosmopolita de los EEUU, en la excepción, en la
diferente, donde se funden cada día diferentes culturas de todo el
mundo, la ciudad más abierta a los movimientos sociales, a las
evoluciones sociales, a las migraciones de los pueblos. Pero ni en Nueva York se libran.
La
respuesta de los afroamericanos a estos homicidios de carácter
racista perpetrados por agentes de policía ha sido ejemplar hasta
en los momentos de mayor indignación y rabia, por más que los
medios de comunicación hayan querido trasladar la imagen de
violentas algaradas como algo generalizado. Una violencia por otro
lado justificada ante la brutalidad y la impunidad policial y ante la
pasividad de los lideres políticos y judiciales. Incluido el
presidente Barack Obama.
La
segregación racial fue el modelo de sociedad no hace tanto tiempo en
éste país lleno de contradicciones, donde las minorías blancas que
lo denunciaban y trataban de derogar, (socialistas, comunistas), se
ponían también en el punto de mira: primero de los más desatados
asesinos raciales y después de la justicia de un sistema demoledor y
negador de la diversidad.
Muchos
participaron de la segregación: el partido Republicano y el
Demócrata, grupos sociales, empresas privadas, todos participaron de
manera directa o cómplice de la segregación racial.
La
lucha por los derechos civiles de los afroamericanos costó muchas
vidas, entre ellas las de algunos ilustres personajes de la sociedad
afroamericana como Martin Luther King o Malcolm X. En 1964 tras el
asesinato de JFK el presidente Lyndon B. Johnson consiguió los apoyos
para dar carpetazo a la segregación racial. Un año más tarde los
afroamericanos conquistaron el derecho al voto.
Pero es evidente que con la aplicación de éstas normas elementales no fue bien resuelta la barbarie de la segregación racial contra los afroamericanos, que se mantuvo poderosa con el correr del tiempo y todavía hoy en día lo es. No existió una condena ejemplar sobre los máximos responsables de la segregación o sobre los lideres de las poderosas organizaciones racistas que perviven aún hoy día alimentadas por la ignorancia de decenas de miles de norteamericanos. Nadie pidió perdón de manera oficial, no existió tampoco una reparación a las víctimas ni un desagravio comparativo que les permitiera recuperar una posición social y económica acorde con su productividad durante décadas de violaciones de derechos y esclavitud, no hubo sanciones de ningún tipo contra las entidades privadas que se enriquecieron gracias a ese abuso y esas violaciones.
Pero es evidente que con la aplicación de éstas normas elementales no fue bien resuelta la barbarie de la segregación racial contra los afroamericanos, que se mantuvo poderosa con el correr del tiempo y todavía hoy en día lo es. No existió una condena ejemplar sobre los máximos responsables de la segregación o sobre los lideres de las poderosas organizaciones racistas que perviven aún hoy día alimentadas por la ignorancia de decenas de miles de norteamericanos. Nadie pidió perdón de manera oficial, no existió tampoco una reparación a las víctimas ni un desagravio comparativo que les permitiera recuperar una posición social y económica acorde con su productividad durante décadas de violaciones de derechos y esclavitud, no hubo sanciones de ningún tipo contra las entidades privadas que se enriquecieron gracias a ese abuso y esas violaciones.
Mientras
ésto no suceda, mientras la sociedad estadounidense no haga ese gran
ejercicio de perdón y reparación de su particular holocausto, el
gran jurado seguirá dejando impunes los abusos y la brutalidad
policial contra los afroamericanos y se les seguirá segregando de
manera sibilina o confusa, y continuarán colgando, de cuando en cuando, “extraños frutos” de los árboles sureños, por más presidentes
disfrazados de afroamericanos que la política tradicional
estadounidense coloque en “La Casa Blanca”.
STRANGE FRUIT
Árboles sureños cargan extraños frutos,
Sangre en las hojas, y sangre en la raíz,
Cuerpos negros se balancean a la brisa sureña
Extraños frutos penden de los tuliperos.
Escena pastoral del galante sur,
Los ojos saltones y la boca retorcida,
Perfume de magnolias, dulce y fresco,
Y el repentino olor de carne quemada.
Aquí está el fruto (que alardea coraje) para que arranquen los cuervos,
Para que la lluvia tome, para que el viento chupe,
Para que el sol descomponga, para que los árboles suelten,
Esta es una extraña y amarga cosecha.
Árboles sureños cargan extraños frutos,
Sangre en las hojas, y sangre en la raíz,
Cuerpos negros se balancean a la brisa sureña
Extraños frutos penden de los tuliperos.
Escena pastoral del galante sur,
Los ojos saltones y la boca retorcida,
Perfume de magnolias, dulce y fresco,
Y el repentino olor de carne quemada.
Aquí está el fruto (que alardea coraje) para que arranquen los cuervos,
Para que la lluvia tome, para que el viento chupe,
Para que el sol descomponga, para que los árboles suelten,
Esta es una extraña y amarga cosecha.
Abel Meeropol
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